En ocasiones los estereotipos del machismo son tan o más agresivos y limitadores para el desarrollo de los hombres como de las mujeres. Es decir, el hombre también está condicionado a ocupar roles sociales que no siempre le permiten sentirse cómodo y suele por ello acumular dosis de estrés bastante parecidas a las que, durante el paleolítico, implicaban la vigilia implícita en labores guerreras.
Por ejemplo, el varón debe tener un comportamiento proactivo y, hasta cierto punto, agresivo, en términos de disposición sexual. Probablemente haya mucho de carga biológica en ello, no se niega, pero también hay mucho de estigma cultural, la obligada disposición del hombre-pene para acceder a relaciones en cualquier contexto, circunstancia, intensidad y frecuencia.
Aunque, en la medida que se hace más maduro, el varón puede reírse más de sus propias falencias varoniles, lo cierto es que siempre está sometido a fuertes dosis de estresante presión por este supuesto poder. La mujer también se estresa por la necesidad de estar siempre atractiva y aparentemente disponible, pero la proactividad implícita en la relación (que
varía con los contextos culturales) hace sufrir también a los varones de los rigores de los mismos estereotipos que aparentemente consolidan sus privilegios sociales.
varía con los contextos culturales) hace sufrir también a los varones de los rigores de los mismos estereotipos que aparentemente consolidan sus privilegios sociales.
Esta situación se acentúa más en términos de liderazgo corporativo. En promedio, el estilo de liderazgo masculino es más proclive a considerar la autonomía, cierta infalibilidad y la energía física y mental como componentes del liderazgo, mientras que la mujer se siente menos propensa a sostener artificialmente estas lides y se siente más cómoda llamando a la colaboración a las personas a su alrededor, incluyendo ocasionalmente a sus mismos pares competidores.
Se requiere activar mecanismos que faciliten, desde la más tierna infancia, la protección del varón sobre los mitos de poder físico y la proactividad sexual, que luego habrán de consolidarse en ejercicios distantes y agresivos de poder, para darle cabida a nuevas figuras de masculinización ajenas a estos estereotipos y más proclives a considerar las limitaciones de cualquier guerrero, incluyendo el acceso a una sexualidad de responsabilidad y proactividad compartidas.
Se requiere a mujeres más capaces de construir organizaciones en las que quede claro que la proactividad es una actitud esperable desde ellas y la cooperación también es esperable desde ellos.
Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.
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