La activista feminista mexicana y fundadora del Frente Nacional para la Sororidad habló de la necesidad de hacer del mundo online un espacio amable para las mujeres, de tener presente que “no hay sexting seguro en una red patriarcal” y cómo en América Latina se sigue revictimizando y culpando a las mujeres que han sufrido violencia digital llamándola “pornovenganza”.
La vida de Olimpia Coral Melo (Puebla, México, 1990) cambió para siempre el día que fue difundido sin su consentimiento un video íntimo que ella había grabado para su pareja de ese entonces a través de internet y que se volvió viral en todo México. Tenía 18 años, mucho miedo y culpa, pero también tenía el apoyo incondicional de su madre, a quien nombra como su primera fuerza para seguir viva y luchando por conseguir justicia.
Al denunciar ante las autoridades, le dijeron que legalmente no había nada que pudieran hacer para defenderla pues era mayor edad por lo que no era un delito de pornografía infantil y que en la legislación mexicana no existía ninguna ley para ayudarla. Tras esa respuesta, que la dejó con mucha indignación y rabia, trabajó por muchos años junto a mujeres que también habían sido víctimas como ella hasta crear una ley que reconoce la violencia digital y sanciona la difusión de contenidos audiovisuales íntimos sin consentimiento a través de internet con cuatro a seis años de cárcel. Una ley que entró en vigor en 2021 en todo México y que además, lleva su nombre: la Ley Olimpia.
Ahora, a sus 33 años tras la promulgación de la ley, fundar el Frente Nacional de la Sororidad, ser reconocida por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes en 2021 y su rol como activista en América Latina nos cuenta que se siente muy arropada, con mucha responsabilidad y sin ese temor que sintió por muchos años al buscar su nombre en internet.
“Era un miedo latente porque la violencia digital no se puede borrar del todo, queda en la memoria, no solamente colectiva del algoritmo, sino colectiva de las personas, y a raíz de la promulgación de la Ley Olimpia puedo volver a reconstruir mi propio nombre desde otra perspectiva porque fue justo gracias a mi trabajo y la lucha de muchísimas compañeras el poder encontrar y habilitar un espacio digital menos violento para nosotras. El reconocimiento de la revista Time fue una puerta muy importante que se abrió al resto del mundo. Me hace sentir muy orgullosa, pero también con mucha fuerza para seguir reclamando, como la primera vez que hablé con Bill Gates y le dije que el algoritmo era patriarcal. Seguiré haciendo eco en todos los espacios posibles hasta que esto sea diferente porque no es posible sostenerse en este mundo de violencia digital”, asegura.
Mundo de y para hombres
En su opinión, el hecho de que las principales empresas tecnológicas del mundo (Meta, Apple, Google y Microsoft) están lideradas por hombres es parte de la raíz patriarcal del mundo online y además tiene un componente económico importante donde el producto son las mujeres y sus cuerpos.
“Cuando hablamos de algoritmo patriarcal nos referimos a todas aquellas condiciones de cosificación del cuerpo y desprendimiento de la humanidad de las mujeres en internet y todos los constructos de entidades que han hecho la digitalidad de las mujeres siempre para el placer sexual masculino. Otro ejemplo son los dispositivos de asistencia virtual de voz porque todas son identidades femeninas estereotipadas (Alexa, Siri, Cortana, Bixby) porque siempre se ha visto a las mujeres de forma peyorativa y discriminada, siempre han servido para servir en la tecnología y no necesariamente para hacer parte importante de la fundación y dominaciones tecnológicas. Incluso las empresas de robótica que están trabajando en prototipos de androides lo hacen de forma hipersexualizada y con todos los elementos racistas y de belleza eurocentrista que manejan”, indica.
Un like, una violencia
Gracias a su trabajo como activista, Olimpia ha podido viajar a Ecuador, Argentina, Honduras y algunas ciudades de Estados Unidos calificando la experiencia como diversa y enriquecedora pero con momentos duros al ver que en la región se mantienen discursos que revictimizan a las mujeres que han padecido violencia digital.
“Es darse cuenta que todavía ni siquiera hay cambios de narrativas, por ejemplo, seguir llamándole “pornovenganza» que viene del término en inglés revenge porn. En estos países una de las cosas que más nos preocupa es cómo se sigue minimizando tanto esta violencia, se cree que lo virtual no es real y no se ve el panorama tan grande de cómplices y participantes que tiene cada vez que le dan un like o compartir a un video o foto íntima. Es un trabajo muy importante, no solo a nivel legislativo sino a nivel social porque las víctimas viven violencia desde el momento en que no se nombra como violencia y desde el momento en que no hay estándares para el acceso a la justicia. Por ello insistimos en una reforma, insistimos en un movimiento político que aspira a que las mujeres y las niñas estemos seguras también en internet.”
Para ella y todas las integrantes del Frente Nacional para la Sororidad es importante destacar también que las plataformas llamadas para adultos son en realidad “espacios digitales donde se compilan, administran, intercambian y venden contenidos audiovisuales (fotografías, videos, audios) de carácter sexual de mujeres que, hasta en un 80% de los casos, no dieron su consentimiento”. Así mismo recuerda que América Latina tiene un problema estructural de pobreza y las mujeres son las principales víctimas, “esto puede conducir a la explotación sexual y justo ahí a la violencia digital”.
“Por eso a las páginas de pornografía nosotras hemos optado por resignificarlas y llamarlas mercados de exportación sexual en línea, que según estimaciones hay hasta dos millones de ellos en América Latina. Algunos servidores tienen filtros de búsquedas y categorías como por ejemplo «Inconsciente», «Lesbianas», «Mujeres latinas». La industria porno merece toda nuestra crítica y no por puritanismo sino por una condición de entender el problema de la explotación sexual de raíz”, manifiesta.
De igual forma, Olimpia considera alarmante las discusiones legislativas que se están dando en Estados Unidos en materia penal sobre la tipificación de la violencia sexual pero que no toca a las empresas tecnológicas y reformas que establecen que de haber un acuerdo económico entonces “no habría violación a la intimidad sexual” porque muchas de las leyes de Latinoamérica y el Caribe tienen como ejemplo las norteamericanas. “Me parece que este tipo de narrativa es completamente peligrosa y puede ser muy corruptible”, añade.
“No hay sexting seguro en una red patriarcal»
Ante los discursos de supuesto empoderamiento que abundan en redes sociales e invitan a adolescentes y mujeres jóvenes a mostrarse en plataformas tipo OnlyFans, Olimpia opina que éstos son neoliberales y desgraciadamente impulsan una cultura que cosifica y que genera una situación de riesgo para las mujeres.
En cuanto a vivir una sexualidad de forma moderna sin convertirse en objetos sexuales que solo buscan complacer a otros recuerda la frase «No hay sexting seguro en un red patriarcal» que desde el Frente utilizan para la prevención.
Por otra parte, recuerda y menciona algunos datos del informe “Violencia digital: un estudio de los perfiles de los agresores y las sobrevivientes de violencia sexual digital” presentando a finales del 2022 en la Universidad Autónoma de México (UNAM) tales como que 8 de cada 10 mujeres vctimas de la difusión y producción no consentida de su material íntimo (delito a la violación a la intimidad sexual) señalaron que había sido a través del sexting y que al preguntarles si ellas habían iniciado la propuesta del sexting el 99% señaló que fue a raíz de la petición del hombre.
“No es que las mujeres nos levantamos un día y digamos hoy tengo ganas de hacer sexting porque eso me da placer. Es una construcción política, cultural y económica de la cosificación de nuestro propio cuerpo y de la utilización de las tecnologías. Eso no significa que nosotras tengamos un discurso de abstencionismo. No es que estemos a favor de decir no lo hagas porque es malo. No va por ahí. La narrativa que defendemos es entender que el sexting sí es peligroso, dejarlo en claro, aún con la Ley Olimpia no podemos garantizar este flujo de información de forma segura. La toma de decisiones las hacemos a veces para complacer y no por placer. Muchas veces es un consentimiento no dado libremente o no informado. No hay todavía mecanismos de seguridad 100% seguros para priorizar el pacto de intimidad y no al pacto patriarcal y la autonomía sexual que se tiene. Decir al mundo que el sexting es seguro sería irresponsable de mi parte y además me sentiría proxeneta del algoritmo”.
IA contra nosotras
El concepto de Inteligencia Artificial es algo que venimos escuchando desde hace algunos años, sin embargo a raíz del auge de herramientas como ChatGPT, Midjourney y otras, hemos visto también nuevas formas de violentar a las mujeres por internet como la creación de pornografía falsa mediante superposiciones en imágenes reales como le ocurrió a la cantante española Rosalía.
“La producción de material manipulado no es nuevo, pero lo más importante de entender es que el origen del sesgo de la IA es patriarcal y no lo digo yo, lo dice la ONU, las carreras afines con IA tienen un 80% de estudiantes que son hombres y 20% mujeres. Hay que educar para la prevención. A los niños se les enseña cómo tener seguridad en sus teléfonos, pero no se les enseña que a través de un celular pueden ejercer violencia contra una mujer grabándola por debajo de la falda por ejemplo, o ser copartícipe de violencia digital al darle like a ciertas publicaciones”.
Culpable nunca
Ni la denuncia ni el posible encuentro con el agresor, para Olimpia y para las mujeres que han sido exhibidas en internet, el reto más grande es encontrarse con sus propios cuerpos viralizados, las acusaciones constantes, los juicios e insultos.
“Teníamos dos opciones, una era quedarnos calladas y llorar en silencio, la otra era llorar en público, pero hacerlo desde la digna rabia. Fue difícil comprender que no era mi culpa, que mi cuerpo no era un crimen. ¿Que esto que me sucedió no tiene nombre? Pues vamos a ponerle nombre. ¿Que no tiene un castigo? Pues vamos a ponerle un castigo y así fue.
Hoy cuando buscas mi nombre en internet ya no sale «la gordibuena de Huauchinango» como me puso el algoritmo, ahora soy Olimpia, la de la Ley Olimpia y es un acto de justicia que no encontré en ministerios públicos, lo encontré luchando junto a muchas mujeres por espacios digitales libres de violencia.