Pertenezco a la generación millennial venezolana, así que mientras era niña muchas veces escuché el nombre de Sofía Ímber en menciones televisivas, en conversaciones generales en casa o en radio, por lo que siempre tuve la referencia de su nombre como un personaje destacado venezolano, pero sin mayores detalles de su trabajo y menos aún de su vida. Luego conocí el Museo de Arte Contemporáneo y supe un poco más de la obra cultural de Sofía.
Hace unos años, me enteré de que Diego Arroyo Gil, quien fue mi profesor en la Escuela de Letras de la UCV, había publicado un libro sobre ella y picó mi curiosidad, pero no lo leí de inmediato. Primero fui a ver la obra en el Centro Cultural BOD de Caracas, donde pude ver a una Julie Restifo en una interpretación magistral de Sofía ímber; fue allí donde por primera vez conocí mayores detalles sobre su vida, su obra, sus afectos, su personalidad y supe entonces que tenía que leer ese libro. Entre una cosa y otra, fue una lectura que se fue posponiendo, hasta que este fin de semana lo empecé y no pude soltarlo. Cada una de sus páginas fue un sacudón para mí, lo que me llevó a querer compartir las lecciones que extraje de esta lectura y mi interpretación personal:
Ser quien se es, sin disculparse
Sería un ejercicio interesante ver cuántas veces en nuestro día a día las mujeres nos disculpamos innecesariamente. Pareciera que tenemos internalizado vivir en una disculpa eterna, porque a cualquiera podemos ofender solo por ser quienes somos o por existir. Sofía vivió como quiso, sin disculparse por ello y sin dar explicaciones. Fue a conversar con un conocido en un café y la sociedad bogotana la condenó por “faltar a una norma de convivencia y buenas costumbres”; no se disculpó. No tenía por qué hacerlo. Se reunía con un cura conocido en Mérida, mientras estudiaba en la universidad y las habladurías mojigatas no se hicieron esperar, pero ella no se disculpó. ¿Por qué habría de hacerlo? Se divorció del padre de sus hijos y decidió rehacer su vida con otro hombre y no se disculpó. Escribió artículos de prensa, dijo lo que pensaba ante los medios y sobre todas las cosas, no solía callarse su opinión. Así, sin disculparse, vivió una vida auténtica y en respeto a sí misma, porque tendemos muchas veces a irrespetarnos para “respetar” a los demás. Pues tomar las riendas de tu vida, tus deseos y expresar tus opiniones no es algo por lo que te debas disculpar, aunque no a todo el mundo vaya a caerle bien y eso no implica un irrespeto a nada ni nadie. Salir de la cárcel del estereotipo femenino complaciente para abrazar nuestra autenticidad es más importante, sin duda alguna.
Evitar la tendencia a la nostalgia
¿Cuántas veces no tendemos a la añoranza? A mirar hacia atrás suspirando y sintiendo melancolía de otros tiempos, otros lugares, otras vivencias y en el ínterin se nos escapan de las manos los momentos, lugares y vivencias que podríamos estar aprovechando AHORA. Estar presentes en cada instante de nuestras vidas es clave para disfrutarla a plenitud y para ser conscientes de cada pequeño detalle. Nuestro pasado nos ha forjado, hemos crecido, hemos aprendido y siempre formará parte de nosotras, pero eso no debería implicar que descuidemos el potencial infinito de lo que podemos ser ahora por estar mirando hacia atrás. “No practico el oficio de la nostalgia, que más bien me parece un oficio de difuntos” (p. 124) dice Sofía.
El valor del trabajo
“Cuando se trata de un trabajo, siempre digo que sí por el solo deseo de hacerlo bien”. (pp. 51-52). Sofía ímber fue una trabajadora incansable y se mantuvo activa toda su vida. Obtuvo por su labor múltiples reconocimientos de la sociedad, de instituciones y de gobiernos, pero veo como el mayor logro que a sus 91 años, al ser entrevistada, podía hablar de sí misma con la satisfacción absoluta de haber hecho lo que era importante para ella: un trabajo del cual sentirse orgullosa. Para otras mujeres quizás no sea el trabajo lo más importante, pero sea lo que sea que valoras, vívelo y dedícale el tiempo que debas dedicarle, para que cuando seas una anciana puedas mirar atrás con orgullo y alegría sobre lo que has construido, sin presencia de los “y si hubiese hecho esto o aquello”, solo con la convicción de “hice esto y aquello”. Somos las primeras personas que debemos estar orgullosas de nosotras mismas; vamos a asegurarnos de que sea así y de que, por enorgullecer a otros, nunca nos pongamos de último lugar.
¿Para qué quitarse la edad?
Las mujeres quitándose la edad siempre han estado presentes en la sociedad; hay chistes y anécdotas al respecto. Hasta hemos escuchado eso de que “a una dama no se le debe preguntar la edad”. ¿Por qué? ¿Acaso es motivo de vergüenza haber nacido en el año en que nacimos? ¡Por supuesto que no lo es! Claro, que sabemos bien que esto está relacionado con las múltiples presiones culturales que recaen sobre las mujeres para verse siempre jóvenes o atractivas, o bien para cumplir con ciertas cosas antes de alcanzar una edad específica y un largo etcétera que acompaña a la cultura patriarcal. Es por eso, que saber que Sofía Ímber a sus 91 años, al referirse al tema dijo “tengo la edad que tengo” fue para mí un momento de revelación absoluta. Todos tenemos la edad que tenemos y punto. No hay vergüenza allí; todos fuimos jóvenes y seremos viejos, ¿por qué añadirle una carga adicional para las mujeres?
Esta anciana en el cenit de su vida, asumiendo su edad sin dramas innecesarios, con el poder que le confieren sus años fue para mí vigorizante. Hasta sentí ridículo tener 50 y querer decir que tienes 40, cuando cada año de vida es motivo de orgullo absoluto por lo que somos, por lo que hemos vivido, por lo que hemos aportado a los demás, por el simple hecho de que estamos vivas y eso es motivo suficiente. Dama digna, con sus 91 años, gracias por esa frase. Nunca voy a quitarme la edad o a avergonzarme porque haya mujeres más jóvenes cuando yo esté en una edad madura. Con tal, desde el momento en que nacemos, ya vienen otros bebés en camino que siempre serán más jóvenes que nosotros. El paso inexorable del tiempo es inherente a la vida y no, no hay que avergonzarse por ello mujeres.
Una mujer hecha a sí misma
Su incansable dedicación al trabajo, su disciplina, constancia y deseos por ser impecable en sus labores la llevaron a dejar un legado digno de admiración. Adicionalmente, tomo acción e hizo lo que tenía que hacer para cumplir sus metas, incluso si esto implicó transgredir ciertas convenciones sociales, lo que muchas veces la llevó al centro de la polémica por expresar sus puntos de vista o defender sus posturas aunque no fuera bien visto. Se ganó el título de “la intransigente” y en su labor periodística no manejó verdades a medias tintas. Frontal en el trabajo y en la vida, fue una mujer hecha a sí misma, que se atrevió y no dependió de los demás para abrirse paso.
Ser tú misma, aunque sea “controversial”
No se trata de estar en guerra constante con el entorno. Se trata de ser coherente con nosotras mismas y con nuestra visión de mundo; esto guiará nuestras decisiones a destinos más certeros y a vidas empoderadas. Que si tu deseo es divorciarte o casarte, tener hijos o no tenerlos, concretar un proyecto ambicioso, hacer una publicación polémica o vivir de determinada manera lo que menos debe importar es el “qué dirán”. Las habladurías muchas veces rodearon la vida de Sofía y las polémicas no faltaron tanto en su vida personal como en la profesional, pero eso no le impidió ser quien era y vivir acorde a su verdad. Nada debe impedir que seamos nosotras mismas, aunque ser tú misma pueda ser considerado “controversial”.
La precisión en las palabras
En el epílogo del libro La señora Ímber. Genio y Figura, Diego Arroyo Gil comenta que recibió por parte de Sofía la sugerencia de correcciones de tiempos verbales que la mostraban como una mujer dubitativa. Por ejemplo: “No es que pudo haber sido, Diego, es que fue” (p.229). Este detalle, aunque pueda parecer pequeño, no lo es. ¿Cuántas veces tendemos a expresarnos de esta manera (consciente o inconscientemente)? Si tenemos la certeza absoluta de que algo fue o es, ¿por qué suavizar el discurso a través de tiempos verbales o eufemismos? ¿Por no querer ser contundentes en la expresión? ¿Por no querer ofender a alguien o herir algún ego? Trabajar nuestra oratoria para expresarnos con claridad y contundencia debería ser prioritario para toda mujer; empoderarnos comunicacionalmente y manejar un discurso cargado de precisión nos llevará a ser efectivas en los mensajes que deseamos trasmitir y no caer en territorios dubitativos innecesariamente.
¿Sofía feminista?
Sofía ímber no se consideraba a sí misma feminista; de hecho, todo lo contrario. No comulgaba con lo que denomina “feminismo a la venezolana”. Sin embargo, fue una transgresora que a través de su propia vida y obra es inspiración para muchas mujeres. Defendió la libertad de la mujer como individuo y su toma de decisiones en temas como el divorcio o el aborto, aunque esto implicara la desaprobación de ciertos sectores de la sociedad. Compartió espacios laborales con hombres muy formados en igualdad de condiciones y sin dejarse opacar en ningún momento. Fue una mujer con gran claridad y visión, que supo mover sus recursos y habilidades para obtener resultados que dejaran huella, lo que me llevó hoy a compartir las lecciones de la señora Ímber en este espacio feminista.
Frase para recordar: “¡París, cuánto aprendí en París! Si tuviera 30 años, me iría corriendo a beberme el mundo una vez más”.
Estas palabras contienen una invitación apremiante a la vida que pueden resonar en una mujer de cualquier edad. Recordemos que nos habla una anciana de más de 90 años que recuerda su trayectoria de vida con gozo y orgullo; sin arrepentimientos por haber tomado las decisiones que tomó para vivir acorde a su visión. Entonces, ¿estás lista para beberte el mundo a tu manera?
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Foto tomada de https://blog.teachlr.com/en-memoria-sofia-imber/