Revolución femenina en el deporte: Desde la competencia hasta la dirección del Comité Olímpico Internacional

Revolución femenina en el deporte: Desde la competencia hasta la dirección del Comité Olímpico Internacional
abril 10, 2025 Maria Jose Bermudez Rojas
feminismo

El precio de un sueño

Durante la celebración de los Juegos Olímpicos en la Grecia Antigua, era obligatorio que todos los pueblos participantes detuvieran cualquier conflicto armado. Sin embargo, lo más relevante era que las mujeres no podían competir ni asistir como espectadoras. Para asegurarse de ello, los atletas y entrenadores participaban desnudos, demostrando así que eran hombres y evitando que alguna mujer pudiera ocultar su identidad bajo un atuendo masculino.

A pesar de esta prohibición, algo cambió alrededor del 580 a.C., dando lugar a los Juegos Hereos, la primera competición atlética femenina documentada. Celebrados en honor a la diosa Hera, esposa de Zeus y reina del Olimpo, estos juegos marcaban un avance en la participación femenina en el deporte. Con la influencia romana, hacia el final de la época clásica, a las mujeres se les permitió competir en los mismos festivales atléticos que los hombres. Existen inscripciones que demuestran su participación en carreras en el estadio de Delfos en el siglo I d.C., en Nápoles durante la época imperial y, finalmente, en los Juegos Capitolinos de Roma en el año 86 d.C.

Los Juegos Hereos se organizaban por categorías de edad. Las participantes vestían una túnica corta que dejaba al descubierto el hombro derecho y el pecho, con el cabello suelto. Al igual que los hombres, las ganadoras recibían una corona de olivo y parte de la carne de los sacrificios realizados en honor a Hera.

Sin embargo, con la creación de los Juegos Olímpicos modernos, las mujeres volvieron a ser excluidas. El Barón Pierre de Coubertin, pedagogo e historiador francés y fundador de los Juegos tal como los conocemos hoy, consideraba que la participación femenina en el deporte era «impracticable, carente de interés, antiestética e incorrecta». Para él, «la concepción de los Juegos debía responder a la exaltación periódica y solemne del atletismo, la lealtad como medio, el arte como marco y los aplausos femeninos como recompensa«.

A pesar de estas creencias, hubo mujeres que se atrevieron a desafiar las normas y dejar su huella en el deporte de élite. Su legado va más allá de las medallas: es una historia de lucha, resistencia y batallas libradas en arenas donde la equidad aún era un ideal lejano. Hoy, algunas corren, otras esgrimen, otras diseñan estrategias desde oficinas o laboratorios. Pero todas han tenido que abrirse paso en un mundo que, en su origen, no fue creado para ellas.

Mujeres que compiten: el sudor que lo cambia todo

Soleymi Caraballo, luchadora venezolana, consiguió su primer pase olímpico a París 2024 tras años de esfuerzo y sacrificio. Desde los 17 años buscó la clasificación, enfrentando lesiones, derrotas y el desafío de ser madre mientras competía en la élite del deporte. Su historia es un reflejo de las barreras que muchas mujeres deportistas deben superar: la asignación social masculina en ciertos deportes, la desigualdad en reconocimiento y financiamiento, y la dificultad de conciliar la vida deportiva con la familiar. Sin embargo, Soleymi demostró que la perseverancia puede romper cualquier límite. Ahora, el reto es construir un camino donde el deporte sea un espacio verdaderamente accesible para todas.

Las atletas no solo desafían sus propios límites físicos, sino también los de una sociedad que las ha juzgado por su género antes que por su talento. En el alto rendimiento, el margen de error es mínimo, pero para ellas el camino es aún más empinado: menos financiamiento, menos visibilidad, más expectativas. Aun así, siguen adelante, caen, se levantan y demuestran que la grandeza no tiene género.

De la protesta a la transformación: cuando el deporte cambia

Durante años, las deportistas han sido forzadas a cumplir normas que refuerzan su cosificación. Un ejemplo claro fue la sanción impuesta a la selección noruega de balonmano playa por jugar en pantalones cortos en lugar del bikini reglamentario. La indignación global que generó este caso impulsó cambios en la Federación Internacional de Balonmano, marcando un pequeño pero significativo avance en la eliminación del sexismo en el deporte. Sin embargo, aún persisten muchas formas de discriminación que limitan la participación y visibilidad de las mujeres en distintas disciplinas.

Más allá de la vestimenta, el deporte femenino enfrenta barreras estructurales: desigualdad en recursos, falta de espacios adaptados a sus necesidades y la persistencia de entornos inseguros donde el acoso y el abuso sexual siguen siendo realidades silenciadas. La ausencia de protocolos adecuados y la inacción de quienes deberían garantizar un ambiente seguro agravan aún más el problema.

Es urgente que las organizaciones deportivas implementen políticas de prevención y fomenten una cultura de respeto y equidad. Cada cambio, por mínimo que parezca, es un paso hacia un deporte más justo, más inclusivo y libre de violencia para todos.

El verdadero triunfo: abrir camino para todas

El éxito de una mujer en el deporte no se mide solo en victorias, sino en las puertas que abre para quienes la siguen. No basta con llegar; el reto es garantizar que otras también puedan hacerlo. La lucha no es solo por un trofeo, sino por transformar la historia y construir un futuro más equitativo en cada disciplina.

En este camino, el tenis ha marcado la diferencia. ¿Sabías que 12 de las 20 atletas mejor pagadas del mundo son tenistas? Además, las jugadoras de élite han logrado influir en la evaluación de las condiciones de juego, el funcionamiento de los torneos y la cobertura de la maternidad. Históricamente, ha sido uno de los deportes con menor brecha salarial. Desde 2007, los cuatro torneos del Grand Slam otorgan premios iguales a hombres y mujeres, y se espera que en la próxima década la paridad salarial se extienda a todos los torneos.

Sin embargo, fuera de las canchas, la desigualdad sigue siendo abismal. Según Forbes, en 2023, las 20 mujeres deportistas con mayores ingresos sumaron 226 millones de dólares, mientras que sus 20 contrapartes masculinas acumularon 1.900 millones, una diferencia de más de ocho veces. En otras disciplinas, la brecha es aún más pronunciada: durante la temporada 2023-24, 60 jugadores de la NBA ganarán más que la atleta femenina mejor pagada, solo con sus salarios como deportistas.

El avance es real, pero la meta aún está lejos. La verdadera victoria no es solo ganar, sino asegurarse de que ninguna sea la última en llegar.

Más allá de la cancha: las mujeres que dirigen el deporte

La presencia de mujeres en la dirigencia deportiva ha crecido notablemente en los últimos años, reflejando un cambio en estructuras que históricamente fueron dominadas por hombres. En el Comité Olímpico Internacional, por ejemplo, la representación femenina en la gestión ha aumentado del 13,7% en 2006 al 38,75% en la actualidad, gracias a políticas de inclusión y liderazgo de figuras como Kirsty Coventry. Sin embargo, este avance no ha sido igual en todos los niveles del deporte, ya que en espacios como el deporte escolar y recreativo, las mujeres siguen enfrentando barreras derivadas de estereotipos de género y falta de oportunidades.

Por ejemplo, en el mundial de fútbol femenino de 2023, sólo 12 de las 32 selecciones fueron dirigidas por mujeres, un avance histórico pero aún insuficiente. Sin embargo, los equipos femeninos que han conquistado títulos como Mundiales, Eurocopas y Juegos Olímpicos han sido, en su mayoría, liderados por entrenadoras. Figuras como Sarina Wiegman y Martina Voss-Tecklenburg han demostrado que el liderazgo femenino es clave en el alto rendimiento. Para consolidar una verdadera equidad, es necesario eliminar las barreras estructurales que limitan la participación de mujeres sólo como atletas y continuar promoviendo su liderazgo en la toma de decisiones dentro del deporte.

Para consolidar una verdadera equidad, es fundamental continuar con la formación en liderazgo deportivo con perspectiva de género, aplicar políticas que garanticen mayor participación femenina y fomentar investigaciones que visibilicen los desafíos específicos que enfrentan las mujeres en la toma de decisiones dentro del deporte. No todas visten uniforme ni alzan trofeos, pero sin ellas, el deporte no avanzaría. Son entrenadoras, dirigentes, gestoras, investigadoras. Son las que toman decisiones, las que diseñan estrategias, las que luchan desde los escritorios para cambiar las reglas del juego. Cada mujer en una posición de liderazgo en el deporte es una grieta en un sistema que antes solo tenía espacio para hombres.

¿Qué diría el Barón Pierre de Coubertin si supiera que, en 2025, una mujer ocupa la presidencia del Comité Olímpico Internacional?

No nos pidan permiso

Las mujeres en el deporte no están esperando invitaciones. Están tomando su lugar, ganándolo con cada gota de sudor, con cada estrategia, con cada descubrimiento. El futuro del deporte es de quienes lo desafían, y ellas lo están haciendo todos los días.

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Fuentes consultadas:

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