La mayoría de las niñas del mundo occidental nacen libres y sin miedos, pero a medida que crecen se encuentran con hechos y situaciones que infunden temores, pensamientos intrusivos y cohibiciones. Desde estereotipos, pasando por el acoso callejero hasta la falta de educación sexual integral que puede terminar en un embarazo no planificado y por ende, minimizando las oportunidades de estudiar y tener una mejor calidad de vida.
Las niñas y adolescentes fueron, según cifras de la Procuraduría General de Colombia, el 87,15% de las víctimas de violencia y abuso sexual en 2023, mismo año en el que fueron asesinadas 483 mujeres de acuerdo a los datos registrados por el Observatorio Feminicidios Colombia. Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), indicó que el país registró en 2022 la segunda tasa más alta de embarazo adolescente de América Latina.
Ante esta realidad y tras sobrevivir a una experiencia de violencia sexual en la calle, la publicista y especialista en gestión y política cultural, Natalia Espitia fundó en marzo de 2016 NIÑAS SIN MIEDO cuyo eje de acción es en Soacha, el municipio más poblado de Cundinamarca, ubicado a una hora de la capital colombiana.
La labor de NIÑAS SIN MIEDO se enfoca en el uso de la bicicleta como herramienta de empoderamiento para integrar el deporte, la educación y el liderazgo para romper con todos esos tabúes que, en lugar de resguardarlas, las pone en peligro. Impulsando a través de múltiples actividades valores feministas como la honestidad, la sororidad, la valentía y la autonomía.
“Tras sobrevivir a la violencia sexual encontré inspiración y sanación aprendiendo a usar la bicicleta y tomando el ejemplo de varias organizaciones feministas alrededor del mundo con la bicicleta es allí cuando creo la organización. Fue un proceso lento de involucrar voluntariado y conseguir recursos económicos a través de donaciones”, señala la también autora de “Valiente como una niña” donde narra a detalle cómo ha sido el proceso de impulsar este proyecto.
Desde NIÑAS SIN MIEDO explican que los programas, talleres, encuentros y foros que incluyen la biciescuela, apoyo escolar en inglés y lectura, talleres sobre derechos sexuales y reproductivos, clases de yoga y clases de fútbol son únicamente presenciales y que si bien les encantaría concretar proyectos para llegar a otras ciudades de Colombia, no poseen el financiamiento para ello.
“Tener los recursos financieros para hacer posibles nuestras ideas es de los mayores retos, sin embargo, a pesar de las dificultades hay muchas razones por la cuales deberíamos ser activistas desde cualquier contexto e involucrar más a las instituciones educativas”, asegura Espitia.
No hay límites
Para el equipo de NIÑAS SIN MIEDO, que consiste en unas quince voluntarias y dos personas con cargos fijos, el impacto social que generan y el ayudar a las niñas y adolescentes tiene un valor muy grande y recuerdan con especial cariño el caso de Mariana Ospina Pérez quien en 2020, y gracias a una alianza con la fundación She Is, logró visitar las instalaciones de la NASA en Texas y asistir a un encuentro con mujeres astronautas. También a todas aquellas beneficiarias de la organización que tras haber conseguido entrar a la universidad han regresado como voluntarias y devolver tiempo y cariño para que más niñas, como las que ellas alguna vez fueron, alcancen sus sueños.
Otros logros de los que se sienten orgullosas son el haber representado a Colombia en el Foro de Paz de París y su participación en la Feria del Libro de Bogotá, ambos eventos en 2023.
“A la Natalia de 2016 que apenas empezaba con la idea de montar bicicleta como forma de empoderarse le diría que fue una gran decisión emprender, pero que sea muy fuerte porque los retos que la esperan son muy grandes”, finaliza la activista.