Un callejón oscuro, una parada de transporte, recorrer el trayecto de un parque o usar un taxi no significa lo mismo para una mujer que para un hombre. Desde muy jóvenes aprendemos que el espacio público no nos pertenece y que cualquier acción no pensada al detalle puede marcar un antes y un después en nuestra vida.
Esta ha sido la línea de investigación y activismo de María Luisa Campos, internacionalista y especialista en estudios de género por los últimos diez años al fundar y dirigir iniciativas como Bicimamis Caracas, Women Empowerment Lab (WeLab) y hoy en día desde la coordinación general de la organización Resonalia la cual publicó recientemente el informe “Solas en la calle” donde se ahonda en las cifras de acoso callejero y violencias de la que son víctimas las mujeres en tres municipios de Venezuela: Libertador en Caracas, Maracaibo en Zulia y en la zona rural de Machiques, también en el estado Zulia.
María Luisa asegura que tras graduarse de la Universidad Central de Venezuela y empezar a promover el uso de la bicicleta entre mujeres como medio de transporte sostenible en el año 2011, se fue haciendo evidente la necesidad de concientizar a más personas sobre la desigualdad de género en las calles.
“En el camino nos pasaban tantas cosas en el espacio público que llegábamos a tener conversaciones muy difíciles y el ver cómo nos trataban los hombres. El colectivo se llamaba Bicimamis entonces te podrás imaginar que la gente se burlaba mucho del nombre. La idea era a través del uso de la bicicleta, reclamar el término y hablar de una mami como alguien que decide sobre su movilidad, decide donde va y a qué hora llega. No el “mami” de ser atractiva. A raíz de esa experiencia de desarrollo del liderazgo, autofinanciación y la organización de rodadas en varias ciudades, el foco de trabajo se fue haciendo evidente y a pesar de que esos proyectos cesaron por la migración de varias de mis compañeras yo quedé con este germen del urbanismo feminista, de la sostenibilidad y del uso de la bicicleta porque me parecía que tenía mucho potencial de desarrollo”.
Una de tantas
En su opinión, el acoso callejero forma parte de un conjunto de violencias de las que son víctimas las mujeres en Venezuela y el mundo. Por eso el movimiento del urbanismo feminista ha ganado auge y se habla de la necesidad de ciudades con perspectiva de género.
“En Venezuela no tenemos vocabulario para expresar las violencias y en especial aquellas tan cotidianas como el acoso callejero. Me motiva mucho la idea de poder expresar en cifras estos casos porque muchas veces las experiencias de las mujeres, que es una cosa que las feministas denunciamos desde hace muchos años, son anecdóticas. Al no estar tipificadas no nos creen, entonces una de las de las cosas que queríamos hacer con este informe era pasar de lo anecdótico a lo empírico para que más mujeres tengan la fuerza de decir decir esto está mal y no es porque me esté pasando a mí nada más«.
El informe deja ver que las 21 violencias tipificadas en la Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia están presentes.
“No en todos los lugares al mismo tiempo, pero todas, desde la violencia sexual, el acoso hasta el rapto están documentadas. Las mujeres somos testigos de eso, lo vemos y sabemos dónde está ocurriendo, hemos creado estrategias para evadir esas violencias y lo hacemos desde el miedo lo que no permite que hablemos de esas estrategias con la firmeza y las implicaciones grandísimas que tienen en nuestra inteligencia social y urbana”, indica.
Para Juan Andrés Carderera, coordinador de investigación de Resonalia, uno de los hallazgos más sorprendentes fue el índice tan alto de exhibicionismo en las calles y el relato de las mujeres de encontrarse con los miembros masculinos descubiertos en el espacio público y el efecto indirecto de tener que usar transportes privados y ese «impuesto agregado» por el hecho de ser mujer.
“Tienen que cambiar las estructuras desde lo tecnológico hasta las legales y las conductuales en la ciudadanía. No solamente te sorprendes por la frecuencia de las violencias, pero cuando le pones el lente empírico, te das cuenta que hay lugares específicos de la ciudad que pueden ser mejorados por infraestructura tan sencilla como poner iluminación. Es necesario que la gente se dé cuenta que esto es un problema sistemático”, manifiesta Juan Andrés.
En la misma línea, María Luisa agrega que antes de las seis de la mañana y después de las seis de la tarde son horarios percibidos como inseguros por las mujeres y por ende cualquier actividad que vaya lejos de estos dos horarios más la falta de transporte público en el país implica un gasto extra de, aproximadamente, 40 dólares al mes. Eso o perder oportunidades culturales, de estudio, eventos profesionales o de recreación.
Estrategias de “protección”
Compartir la ubicación, verificar que el conductor sea el de la imagen de la aplicación, avisar que ya vas en camino, no transitar por sitios oscuros, pensar dos veces qué ponerse según la hora o el sitio al que vas y hasta rezar son acciones cotidianas de las mujeres al salir a la calle.
Muchas de las encuestadas, cuenta la activista, utilizan los servicios de mototaxis porque piensan que existe un porcentaje menor de acoso o de que les pase algo en comparación a si están dentro de un vehículo, pero esto no disminuye las probabilidades de violencia.
“Lo que viene después del gasto del transporte es que, efectivamente el conductor puede tomar tu número y escribirte de manera privada para acosarte y representa un peligro extra porque sabe dónde vives o dónde estás, pero también pasa con los servicios a domicilio y las paradas de los trabajadores digitales que son considerados potenciales puntos de acoso. Lo más difícil es que se entienda esto como un problema porque no es a los políticos ni a los hombres que los acosan, es a nosotras.
Más investigación
Al preguntarle sobre si extenderán la investigación a otros puntos del país la respuesta es que sí porque aún hay mucho que comprobar y saber cuáles acciones tomar.
“Ha sido interesante darnos cuenta que podemos tener cierta percepción sobre las violencias pero el investigar demuestra cosas, como dice Juan Andrés, que ni siquiera estabas esperando. El próximo paso sería hacer esto en más estados y en más municipios de tal manera que nos dé un lienzo para comparar. Hay que seguir concientizando que el piropo de toda la vida es acoso y es delito como se ha hecho en otros países. Si bien no existe un aumento de hombres que son penados o procesados por la justicia a causa del acoso callejero el que existan las leyes, que aquí en Venezuela por supuesto no hay, ayuda a las mujeres a sentirse empoderadas y a poder poner límites en el espacio público que de otra manera no sería posible.”
Maria Luisa finaliza haciendo un llamado de atención a los hombres para que se sumen a la causa de hacer del espacio público un lugar más seguro y amigable para las mujeres pues estadísticamente “ellos son los mayores perpetradores y hay cosas no solo de las que se tienen que hacer responsables, sino sobre las cuales tienen la capacidad de incidir para lograr un cambio”.