Docente de la Universidad Central de Venezuela. Cofundadora en 1992 y actualmente parte de la directiva del Centro de Estudios de la Mujer (CEM de la UCV). Desde su creación en 2002 y hasta 2008 fue coordinadora del Área de Estudios de la Mujer, de los postgrados de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES, UCV). Psicoanalista del Foro de Venezuela, adscrito a la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.
P: ¿Cómo se inició en el mundo del feminismo o de lucha por los derechos de las mujeres?
R: Me inicié en el feminismo más bien tarde, después de casada, divorciada, egresada de la UCV en la Escuela de Letras (luego de haber sido dirigente estudiantil en la renovación del 69). Ya había feministas en Venezuela en el 69 y yo no lo sabía y la verdad es que, si lo hubiera sabido, no me hubiera importado mucho tampoco, porque yo estaba metida de cabeza en la lucha estudiantil y antes en la lucha política de la izquierda de la UCV. Pasé de la Facultad de Ciencias a la Facultad de Humanidades y ya en segundo año de Letras, pude pasar página definitivamente de la militancia partidista, de la que cada vez estaba más desilusionada, por todo lo que había visto adentro. Me sumé al movimiento renovador en la Escuela de Letras. Para mí, ahí empezó el viraje, pero yo no lo había asumido. Me di cuenta que no importa ser de derecha, de izquierda o ucevista: no había igualdad de hombres y mujeres en relación a la toma de decisiones. Por ejemplo, en una escuela llena de mujeres, la única líder que estuvo en la dirección del movimiento (Poder Estudiantil) fui yo y eso porque venía en la lucha política en la Facultad de Ciencias y todos lo sabían. Además, se me notaba en las asambleas.
Me fui a México el año 76 aún sin saber nada del feminismo. Después conocí a una periodista mexicana que me dijo que creía que yo era feminista y me invitó a una reunión de la Asamblea Feminista del Distrito Federal. Acepté, fui y a la salida y me acerqué a una psicóloga para preguntarle cómo se llamaba su grupo, ya que me gustó lo que había dicho, ella me invitó a una reunión y así me hice militante feminista, porque es que ellas decían lo mismo que yo pensaba hacía tiempo: que los problemas que uno tiene con cada hombre, no son ni míos, ni de ese hombre; que al igual que una, ese hombre responde a una cultura sexista dominante; que así lo criaron a él sus padres, tíos y abuelos; que lo que hace él es reproducir toda la concepción de que la mujer puede ser muy buena en biología o en letras, pero no para dirigirlos; que si hay una reunión, mejor que sea en casa de una de las compañeras, no de los compañeros y que, en cualquier caso, ellas debe servir el café y buscar las galletas y eventualmente, pedir la palabra bajito y sin confrontar a los jefes. Eso lo viví en la Juventud Comunista, en el FLN universitario y en la renovación de Letras. Después lo viviría como profesora por casi 40 años en la UCV y en mi breve paso por el MAS.
Me di cuenta también de que tuve una tía, abuela y maestras con pensamiento y verbo feministas pero que todas ellas en la práctica eran sumisas con sus maridos y veían con lástima a las “solteronas” de la familia. Cuando entré al feminismo, yo iba a cumplir 28 años. Milité un año en el feminismo mexicano mientras hacía mi tesis de maestría en estudios de Asia y África del Norte, que defendí en julio del 79 y a los días me vine a Venezuela. Averigüé dónde estaban las feministas venezolanas. Fui a todos los grupos, hablé con ellas y me ubiqué en dos: Persona y Miércoles.
P: ¿Considera usted que hubo un acontecimiento específico donde se marcó ese punto donde usted sintió que debía alzar su voz?
R: Como te dije antes, a nivel personal fue en la dirección estudiantil en la Escuela de Letras, donde se repetía la diferencia entre hombres y mujeres. Luego, en mi matrimonio. Porque ahí también se repetía la situación de mi casa familiar: los dos éramos estudiantes de letras, teníamos amigos en común, pero la que tenía que estar pendiente de si se limpiaba la casa, se ponían cortinas, se hacia el mercado, si se hacían sábados o domingos operáticos con sus amigos –quienes pronto dejaron de ser amigos en común- yo debía preparar los tragos y la cena. Todo era igual que en casa de mis padres, salvo detalles. A pesar de que en esta época no podía reconocerme como feminista, siempre me dí cuenta de que era injusta la división de roles que, sin embargo, yo asumía, nadie me la imponía. Así funciona el sexismo, está internalizado desde la más temprana infancia.
P: ¿Cuál considera usted que fue su mayor logro dentro de esta lucha por los derechos de las mujeres?
R: Tengo la suerte de que pertenecí a una generación de feministas de la década del 80 (década de oro). Conseguí al feminismo andando en Venezuela y me sumé. Además de las discusiones sobre las causas de la diferencia social derivada de la sexual que teníamos en los grupos Persona y Miércoles, los mayores logros colectivos fueron, en primer lugar, la Reforma del Código Civil, aún vigente. Fue una lucha callejera importantísima, de alcances extraordinarios en relación con la familia. Cuando en esos días me reencontré con Argelia Laya ella estaba fundando el Frente Feminista del MAS y le dije que quería trabajar con ella ahí. Después de las elecciones del año 83 (ganó Lusinchi) el frente se disolvió.
En 1985 varias organizaciones feministas y otras de mujeres que no se calificaban a sí mismas como feministas, fundamos la Coordinación de ONG de Mujeres, para preparar un balance que presentamos en Nairobi, Kenya, con motivo del Decenio de la Mujer decretado por la ONU. El logro fundamental de la CONG fue la redacción del Título VI sobre los Derechos de las Mujeres Trabajadoras (ley anterior a la vigente). Por cierto, la ley vigente, copia casi totalmente el título sexto que nosotras escribimos, solamente amplía los plazos de pre-postnatal y algunas otros plazos. Eso sucedió así porque algunas feministas fueron redactoras de las dos leyes, sólo hicieron valer lo que ellas habían apoyado en la ley anterior.
P: ¿Cómo visualiza usted nuestra sociedad en un futuro no muy lejano?
R: Bueno, depende de para donde vaya el país. Ahorita la lucha de las feministas está estancada. No solamente porque a nivel gubernamental es sólo declarativa; todos se llaman feministas, todos dicen “señores y señoras”, lo que no está mal, pero eso no basta. A la hora de la aplicación de la igualdad y de la equidad entre los funcionarios públicos, eso no funciona, ni tampoco con las mujeres trabajadoras a cargo de los y las directivas. En la oposición tampoco se ve mucho más que declaraciones. Los dos primeros diputados homosexuales que este país ha tenido, están en Voluntad Popular y nunca hablan de eso. A Tamara Adrián, primera diputada transexual en Venezuela, sólo le dan la palabra en temas referidos a las mujeres o a la sexodiversidad, cuando podría hablar sobre
cualquier tema político, social o jurídico mejor que muchos diputados de la AN. Sólo ahora, en 2019, ha comenzado a aparecer al lado de Manuela Bolívar, coordinadora de la comisión que incluye el tema mujeres.
P: ¿Qué considera usted que tendría que pasar para que exista un cambio en nuestra sociedad?
R: Un cambio político. Luego, o paralelamente a ese cambio político, hacernos oír en las dos partes (oficialismo y oposición). Solamente cuando ambas partes se sienten a conversar y se firme un acuerdo de coexistencia, se puede empezar a ver qué vamos a hacer con las universidades, con las mujeres, con los LGTBIQ. Sin embargo, me parece que ya hay claridad en las acciones de las mujeres feministas de la nueva generación (la mayoría formada por nosotras, las de la vieja generación, las del Calendario 2020). El interés de quienes preparan la apertura de ONU Mujeres en Caracas, de quienes están en Feminismo INC, dirigido por Susana Reina; de las mujeres del CEM UCV y AEM UCV, CEPAZ, PLAFAM, Aliadas en Cadena, AVESA, etc., indica que se preparan para tener opiniones y propuestas en cuanto los adversarios se pongan de acuerdo y firmen lo que tienen que firmar para un cambio en el país. Para no estar en babia y poder decir en cuanto se les consulte: “esto es lo que hay que hacer en tales y cuales asuntos urgencias”.
P: Si pudiera dejar un mensaje para las nuevas generaciones, ¿cuál sería?
R: Ninguna conquista duradera de las mujeres por la igualdad de derechos se ha hecho nunca sin la unidad de las que piensan distinto. Como la reforma del código civil, el título sexto de la Ley Orgánica del Trabajo y la redacción del título de la Constitución del 99.
Oigamos su testimonio de viva voz aquí:
Entrevista realizada por Valeria Aponte.
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